Cuentan que una vez un hombre caminaba por la playa en una noche de luna llena mientras pensaba:
– “Si tuviera un auto nuevo, sería feliz”
– ” Si tuviera una casa grande, sería feliz”
– ” Si tuviera un excelente trabajo, sería feliz”
– ” Si tuviera pareja perfecta, sería feliz”
En ese momento, tropezó con una bolsita llena de piedras y empezó a tirarlas una por una al mar cada vez que decía: “Sería feliz si tuviera… tal cosa, sería feliz.”
Y así se pasó la noche, mencionando lo que le hacía falta para ser feliz, mientras iba tirando las piedras al mar.
Así lo hizo hasta que solamente quedaba una piedrita en la fundita, la cual guardó. Al llegar a su casa, que se sentó tranquilamente, y observó la piedra que le quedaba, se dio cuenta de que aquella piedra era un diamante muy valioso. ¡Qué barbaridad! cuantos diamantes lanzo al mar sin detenerse y apreciarlos? Sabe que, esto nos pasa a muchos de nosotros.
¿Cuántos de nosotros pasamos tirando nuestros preciosos tesoros por estar esperando lo que creemos perfecto o soñado y deseando lo que no se tiene, sin darle valor a lo que tenemos cerca nuestro?
Mira a tu alrededor y si te detienes a observar te darás cuenta de lo afortunado que eres, muy cerca de ti está tu felicidad, y no le has dado la oportunidad de demostrarlo. Cuando miro a mi madre, mi familia, mi amado Keileb y otras tantas cosas más que Dios me ha dado, puedo decir que soy afortunada y cuento con valiosos diamantes en mi vida.
Cada uno de nuestros días es un diamante precioso, valioso que no se puede remplazar. Depende de ti aprovecharlo o lanzarlo al mar del olvido para nunca más poder recuperarlo.
Tómate un segundo para apreciar lo que Dios te da, y luego toma el tiempo para expresar tu gratitud a Dios.
Hoy quiero motivarte a que te detengas un instante, para que puedas valorar y apreciar las cosas que Dios te ha regalado.
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Shalom!