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  • Foto del escritorLeticia R. Pavón

EL PESO DE LA ORACIÓN



Les contaré una ilustración muy hermosa, que trata sobre el peso o poder de la oración. 


Una mujer humildemente vestida, con un rostro que reflejaba sufrimiento y derrota, entró a una tienda. Se acercó al dueño y avergonzada, le preguntó si podía llevarse algunas cosas a crédito. Con voz suave le explicó que su esposo estaba muy enfermo y que no podía trabajar; tenían siete niños que necesitaban alimentarse.


El dueño, inflexible, le pidió que abandonara su negocio. Pero la mujer pensando en su familia continuó rogándole: ¡Por favor señor! Se lo pagaré tan pronto como pueda. El dueño se excusó diciendo que no podía ya que no tenía una cuenta de crédito en su tienda.


Cerca del mostrador se encontraba un cliente que escuchó la conversación entre el dueño de la tienda y la mujer.

El cliente se acercó y le dijo al dueño de la tienda que él se haría cargo de lo que la mujer necesitara para su familia, pero éste no le hizo caso pues solo quería que esa señora se retirara, pues dañaba la “imagen de su negocio”.


El dueño, en son de burla Se dirigió a la mujer y le preguntó: ¿Tiene usted una lista de compra? Si señor, respondió ella.

Está bien, ponga su lista en la balanza y lo que pese su lista, se lo daré yo en comestibles.

La mujer titubeó por un momento y cabizbaja, buscó en su cartera un pedazo de papel y escribió en él. Luego temerosa, puso el pedazo de papel en la balanza.


Al hacerlo la balanza bajó de golpe, como si hubiera puesto sobre ella una roca o un pedazo de hierro. Los ojos del dueño y cliente se llenaron de asombro. Tal como había dicho, el dueño comenzó a poner comestibles al otro lado de la balanza, pero ésta no se movía, así que continuó poniendo más y más alimentos, pero como la balanza nunca se igualaba, no aguantó y  agarró el pedazo de papel para ver si había algún truco, pues no era posible que una lista en papel pesara más que todo lo que él estaba colocando al otro lado de la balanza. 


El dueño miró el papel y lo leyó asombrado. No era una lista de compra, era una oración que decía: 

"Querido Señor, tú conoces mis necesidades, dejo esta situación en tus manos".


Todos quedaron asombrados, el dueño de la tienda le dio a la mujer todos los comestibles que había reunido y se quedó en silencio, mientras la mujer abandonaba la tienda.

“Solo Dios sabe cuánto pesa una Oración”.


Está ilustración nos enseña que la oración mueve la mano de Dios, nos acerca a Él. 


Es bueno reflexionar en lo siguiente: 

La oración es la herramienta más poderosa del creyente, y el Señor desea contestar las oraciones que elevamos con un corazón puro. Sin embargo, el pecado es un estorbo para nuestra vida de oración. Por tanto, podemos estar convencidos de que nuestro Padre celestial no nos dará aquello que nos guía por un camino de desobediencia. Él dará conforme a su perfecta voluntad. 


No desmayes, sigue orando... Dios puede sorprenderte cuando menos lo esperas. 

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