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  • Foto del escritorLeticia R. Pavón

Cuentan que una vez un hombre caminaba por la playa en una noche de luna llena mientras pensaba:

– “Si tuviera un auto nuevo, sería feliz”

– ” Si tuviera una casa grande, sería feliz”

– ” Si tuviera un excelente trabajo, sería feliz”

– ” Si tuviera pareja perfecta, sería feliz”


En ese momento, tropezó con una bolsita llena de piedras y empezó a tirarlas una por una al mar cada vez que decía: “Sería feliz si tuviera… tal cosa, sería feliz.”

Y así se pasó la noche, mencionando lo que le hacía falta para ser feliz, mientras iba tirando las piedras al mar.


Así lo hizo hasta que solamente quedaba una piedrita en la fundita, la cual guardó. Al llegar a su casa, que se sentó tranquilamente, y observó la piedra que le quedaba, se dio cuenta de que aquella piedra era un diamante muy valioso. ¡Qué barbaridad! cuantos diamantes lanzo al mar sin detenerse y apreciarlos? Sabe que, esto nos pasa a muchos de nosotros.


¿Cuántos de nosotros pasamos tirando nuestros preciosos tesoros por estar esperando lo que creemos perfecto o soñado y deseando lo que no se tiene, sin darle valor a lo que tenemos cerca nuestro?

Mira a tu alrededor y si te detienes a observar te darás cuenta de lo afortunado que eres, muy cerca de ti está tu felicidad, y no le has dado la oportunidad de demostrarlo. Cuando miro a mi madre, mi familia, mi amado Keileb y otras tantas cosas más que Dios me ha dado, puedo decir que soy afortunada y cuento con valiosos diamantes en mi vida.


Cada uno de nuestros días es un diamante precioso, valioso que no se puede remplazar. Depende de ti aprovecharlo o lanzarlo al mar del olvido para nunca más poder recuperarlo.

Tómate un segundo para apreciar lo que Dios te da, y luego toma el tiempo para expresar tu gratitud a Dios.


Hoy quiero motivarte a que te detengas un instante, para que puedas valorar y apreciar las cosas que Dios te ha regalado.


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Shalom!

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Un profesor comenzó su conferencia sosteniendo en su mano un billete de $2000 En el aula habían 200 estudiantes a quienes preguntó:

“A quién le gustaría tener este billete? Inmediatamente se levantaron muchas manos.

El profesor Procedió a estrujar el billete. Luego preguntó: “¿Alguien lo quiere todavía, asi arrugado?”.


Las manos se levantaron nuevamente y en mayor número que antes.

“¿Bien,” replicó, “qué pasa si yo hago esto?” Lo tiró al suelo y comenzó a pisotearlo.

Lo levantó del piso, ahora completamente sucio, aplastado y arrugado.


“Ahora, ¿quién de ustedes todavía lo quiere este billete?

Otra vez las manos de casi todos los estudiantes se levantaron rápidamente. Eran 2mil pesos.


“El profesor dijo, jóvenes esta mañana ustedes han aprendido una valiosa lección.

No importa lo que le hice al billete, ustedes todavía lo deseaban, porque no había perdido su valor. Todavía valía $2mil pesos.”


“Muchas veces en nuestras vidas, somos pisoteados, estrujados, y enlodados por decisiones que hicimos y por las circunstancias que se cruzaron por nuestro camino.


Nos sentimos como si fuéramos inservibles. Pero no importa lo que haya ocurrido o lo que ocurrirá, ustedes nunca perderán su valor ante los ojos de Dios.”

“Pisoteados, arrugados, o impecablemente planchados, ustedes son apreciables para Él.”

Tu valor sobrepasa todo lo terrenal. Tu valor está en Dios. Tu valor te lo da Dios.


1ra pedro 2.9

9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;

Dice la palabra de Dios: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10)

“Soy de gran valor, porque Dios me ama y tiene Planes de propósitos para mi vida”. A Él serviré con todo mi corazón.

¡Yo soy hija de Dios!”

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  • Foto del escritorLuis Linares

Actualizado: 7 dic 2020

¿Ha sentido alguna vez la sensación de estar en un pozo profundo y sin forma para subir a la superficie? Quizá muchos hemos sentido esta sensación cuando no logramos avanzar, derrotar a nuestro enemigo y cumplir el propósito de Dios para nuestra vida.

Es una frustración con vestimenta de depresión, por tantos intentos fallidos de fidelidad y lealtad a nuestro Creador, que ya se convierte en desesperación.

Hay un deseo de rendición que impera y desespera. No hay fuerzas para seguir intentando en lo que has fracasado y se ha convertido en la patente que te ha caracterizado por algún tiempo.

Algunas personas no ven esperanza en ti, tu propia mente te dice no lo intentes mas, no tiene caso, es inútil.

Ahora déjame expresarte que aunque ha sido una realidad todos los fracasos, estos no determinan tu destino profético, si ves a estos ¨fracasos¨ como simplemente intentos fallidos y te aferras a las promesas que el Dios creador del universo alguna vez te hizo; y que además te llama con voz de amor y te extiende su brazo fuerte y poderoso, para que subas no solo a la superficie, sino también que te eleves a las alturas y muestres las bondades y misericordia del Altísimo.

Para salir de ahí y activar la ayuda del Dios omnipotente, necesitaras seguir esforzándote y en toda la pared de este pozo, cavar orificios que te permitan escalar algunos metros, entonces el Dios de amor atenderá tu clamor y vera tu esfuerzo, el cual te hará mas fuerte y definitivamente saldrás victorioso, con la fuerza que no tenias cuando caíste y sobre todo con un corazón agradecido del Dios que te sacó, no por tus fuerzas sino por su misericordia y amor.

No hay mejor manera para terminar este escrito que trayendo a colación el siguiente salmo: ¨ Pacientemente espere a Jehová, y se inclino a mi, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña y enderezo mis pasos.

Salmo 40 1-2

La paz de Dios sea contigo.

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